Educación, formación, instrucción, escolarización
Con frecuencia, éstas palabras suelen utilizarse como sinónimos. Sin embargo, aunque todas ellas hacen referencia a un mismo campo semántico, encontramos diferencias entre ellas.
Educar deriva del latín. Podría provenir de educãre, que significaría “criar” o “nutrir”. O bien de “educere”, que significaría “sacar” o “extraer”.
La educación que propugnamos no trata tanto de “extraer” o “sacar”, conceptos que claramente requieren de un acto de violencia, pues lo que es extraído o sacado, lo es por invasión, por introducción de algo externo en un interior que le es ajeno. Hoy día se utiliza con profusión el adjetivo “extractivo” para caracterizar actividades de aprovechamiento codicioso, esquilmadoras, carentes de empatía. En la educación, se trata más bien, en nuestra opinión -y así lo hemos probado- de posibilitar o facilitar que algo salga o se manifieste, siendo nuestro papel principal el de crear las condiciones adecuadas al educando para que el contenido de ese interior emerja, al tiempo que limitar la expresión individual para que la convivencia social pueda prosperar. Hay sobrados ejemplos en el proceso de desarrollo humano (el nacimiento, el amamantamiento, el sueño, el contacto físico, la bipedestación, el aprendizaje…) que demuestran que, dadas las condiciones adecuadas, los humanos somos capaces de nacer, comer, dormir, separarnos y aprender por nosotros mismos, sin necesidad del ejercicio externo de la fuerza, dadas ciertas condiciones internas y externas adecuadas. El derecho a la educación es el derecho a un desarrollo humano saludable, lo que incluye muy principalmente principios y valores que no se aprenden en los libros de texto, sino que se encarnan en las actitudes y relaciones día a día.
Cuando hablamos de “formación”no hay duda de que la interacción está profundamente orientada a “dar forma” o “moldear ” desde el exterior. Aquí subyace una visión del ser humano moldeable, maleable, manipulable a partir de la acción de un agente exterior. Es difícil no evocar la imagen mítica de nuestra cultura que se expresa en el génesis bíblico en la que Dios moldea a partir del barro a Adán y Eva a su imagen y semejanza. En esta perspectiva, el ser humano en desarrollo es fundamentalmente un receptor del entorno formativo que trata de amoldar o estandarizar la singularidad de individuo a través de instituciones de estructura industrializada, serializada, mecanizada. Aquí apenas hay atisbo de posibilidad de expresión personal. Lo que importa el es contenido, las formación técnica. Yendo un poco más lejos y actualizando el campo semántico de la educación como mera formación hay quien lo asimila con el concepto de formateo; esto es, borrar el programa original para, después, poder grabar una nueva programación. La formación técnica, a nuestro juicio, tiene sentido en etapas ya más avanzadas del proceso de desarrollo humano, precisamente cuando el ser humano ya está suficientemente formado como tal en valores éticos y ha tenido oportunidades para vivir la libertad de ser sí mismo y autoconocerse mínimamente. Nada de lo anterior significa debamos dejar de alimentar y satisfacer la curiosidad innata y natural de cada ser humano, ya sea por demanda propia o a través de la creación de oportunidades en distintos ámbitos del conocimiento.
El concepto “instrucción”, por su parte, pone de manifiesto que trata sobre “dar instrucciones”, esto es, dar órdenes. El primer ministerio de educación en España creado en el año 1900 se denominó “Ministerio de Instrucción Pública y Bellas Artes”. Hace más de un siglo, se trataba de instruir a las masas para cubrir las necesidades de la economía industrial. “Instrucción” es un concepto muy “ingenieril”, muy mecánico. De hecho, la hoy todavía todopoderosa industria algorítmica está basada en “instrucciones” o “comandos” más o menos complejos que tienen como resultado comportamientos que imitan a los humanos sin serlo. Por no hablar de la “instrucción militar”, esto es, el proceso de adquisición de las habilidades requeridas para participar en las actividades del ejército -la guerra es la principal- que requieren de un grado total de obediencia a las órdenes.
Finalmente, tenemos la “escolarización” que es un proceso de institucionalización forzado, pues la escolarización es pretendidamente obligatoria. Vemos la escolarización como un medio para conseguir un fin: la educación, a la que todo ser humano tiene derecho. Pero esta paradoja de satisfacer el derecho a la educación (que no a la instrucción, ni a la formación) través de la institucionalización forzada produce efectos indeseados tanto en el desarrollo del instinto de aprender desde las edades tempranas, así como en las capacidades sociales y virtudes, también instintivas, que nos definen como seres humanos.
Esta obligatoriedad escolar parece tener como objetivo evitar el abandono o la explotación infantil; pero también es cierto que limita -y, en cierta medida, deforma- el desarrollo humano, al menos en su configuración institucional actual.
Si la escolarización es un medio para conseguir el fin último de la educación, es obvio entonces que no tiene por qué ser el único, ni necesariamente el mejor, aunque sea el mayoritario porque así ha sido impuesto. Puede haber -y hay- otros medios para lograr el fin educativo, así como evitar el abandono infantil. Y debería ser nuestra responsabilidad como sociedad explorarlos.
No nos referimos a una innovación dentro del concepto de escolarización, sino a experimentar otras estructuras sociales que aspiren a satisfacer el derecho a la educación con mayor flexibilidad. Si esto no sucede es porque no hay interés en ello. Se ignora la sombra de la escuela. Recordemos, además, que la escolarización es una institución muy reciente en la historia de la humanidad y que, por tanto, ese acceso universal a la educación podría ser muy mejorable si existiera un abanico de opciones que permitieran explorar el desarrollo de la naturaleza humana en otras direcciones.
El poderosísimo (aunque muy reciente también) desarrollo de la medicina alopática industrializada, con sus luces y su sombras, no impide el valor de las medicinas tradicionales y ancestrales; y quizá lo que la primera no puede resolver, puede hacerlo una de las segundas. Y viceversa.
Algo análogo ocurre con la escolarización obligatoria; puede ser muy útil en muchos casos, pero también puede haber otras opciones que puedan resolver las sombras que la propia escolarización produce.
La reciente experiencia educativa que implementamos ha sido un ejemplo de esa exploración de otras vías de satisfacer el derecho a la educación por un medio distinto de la escolarización obligatoria. Consideraba la posibilidad de un entorno educativo al que se acude por voluntad propia y que procuraba ofrecer condiciones materiales del espacio -naturales y culturales- como del entorno social que permitieran una más libre expresión individual, la preservación y promoción del instinto de aprender, la autorregulación emocional, el desarrollo de la naturaleza social junto con la conciencia de interdependencia del ecosistema natural. Todo ello a través de una estructura institucional mínima que facilitaba la autoorganización y permitía un amplio margen al individuo para la expresión singular de su desarrollo en sus diversas facetas.
El propósito de estos comentarios es recordar que es posible educar sin violencia, de la misma manera que es posible nacer sin violencia. A través de la práctica de una educación que respeta más, escucha mejor y limita de manera funcional es posible reducir la violencia (no solo la física, ya casi erradicada, sino también la simbólica) y muy probablemente estaríamos reconstruyendo los fundamentos de una sociedad que acoja más adecuadamente el desarrollo saludable de los seres humanos.
Ofrecemos acompañamiento y asesoría organizacional y pedagógica tanto para equipos pedagógicos como para profesionales individuales, así como acompañamiento familiar y mentorías para jóvenes. Más información en: ojodeagua.ambiente.educativo@gmail.comojo de agua - ambiente educativo comparte su experiencia a través de este blog. Vuestro apoyo con una suscripción de pago nos ayuda a seguir compartiendo.