Entusiasmo
La palabra entusiasmo denota un estado de ánimo exaltado, un fuego, un fervor inspirado por una idea, una causa, una actividad o un proyecto que merece toda atención, energía y esfuerzo.
Viene esto a colación porque en la conversación que publicamos la semana pasada con Ignasi Cervera, la imagen más descriptiva de lo que conoció de ojo de agua fue, precisamente, “el entusiasmo de aprender”.
Ignasi no había tenido participación directa en la experiencia de ojo de agua, pero ha tenido algunos contactos con ella. Sin embargo, tiene experiencia como profesor universitario y explica como, a pesar de desarrollar una metodología basada en proyectos, la motivación es un factor crucial para el entusiasmo por aprender: “la motivación es la que es”, explica diplomáticamente cuando habla de sus experiencias universitarias, lo que nos da a entender que si los alumnos no sienten motivación, los logros de la metodología por proyectos en términos de aprendizaje son muy limitados.
Un grupo de chicas y chicos de ojo de agua acometieron un proyecto junto a un padre y biólogo, David Cartagena, para investigar qué soluciones podría haber para evitar la tala masiva de almendros por causa de la bacteria Xylella fastidiosa. Tras su investigación, hicieron una serie de presentaciones a asociaciones, ayuntamientos, colegios, a una de éstas se invitó a Ignasi en su calidad de alcalde de Orba.
(Un participante del Taller de Ciencias Naturales de ojo de agua explica el proyecto en la Casa de Cultura de Orba. En el escenario, Paco Volante, creador de las cajas de biodiversidad desplazado desde Huelva para la presentación, Guillem Marhuenda, concejal de cultura y otra participante. Con camisa a cuadros, David Cartagena, padre, biólogo y coordinador del Taller de Ciencias Naturales.)
Tras esa experiencia, Ignasi explica que su sorpresa fue enorme, no tanto por el contenido de la presentación -que también- como por la actitud crítica, la motivación y el entusiasmo de ese grupo de chicas y chicos de 9 ó 10 años de edad.
Etimológicamente, la palabra entusiasmo procede del griego enthousiasmós que viene a significar algo así como tener a dios dentro o estar poseído por la gracia divina, algo así como que una fuerza más allá de la persona la penetrara y se manifestara a su través.
Aquel grupo se dejó llevar por el entusiasmo, soñaron con cambiar el mundo. Se lo imaginaron, se lo creyeron y lo crearon. Nadie les impuso ese proyecto. Ellos lo eligieron. Es precisamente ahí, en la decisión genuina y voluntaria de aprender donde nace el entusiasmo, ese profundo vínculo entre persona y propósito.
En nuestra experiencia, sin lo anterior, no hay aprendizaje auténtico, profundo, duradero, sino mero simulacro, aprendizaje superficial, la mayoría de las veces un acto puramente administrativo, burocrático, inerte.
Como toda experiencia cumbre el entusiasmo no es ni puede ser permanente. En ciertos momentos y situaciones surge; en otras, no. Ahora bien, cuando emerge, parecería que todo se concentra, la creatividad se desata, el tiempo desaparece, la productividad de multiplica, la realidad se hace manejable, los obstáculos que antes parecían montañas inabarcables ahora se aparecen como suaves colinas accesibles. Algo similar al estado de flujo (flow) que describió el psicólogo Mihaly Csikszentmihalyi.
Los entornos altamente regulados y burocratizados desalientan el apetito auténtico por aprender. Y sin deseo genuino, en nuestra experiencia, es imposible que el entusiasmo brote. Podríamos decir que la voluntad, el deseo genuino por aprender, es condición necesaria para que aflore el entusiasmo, que no es sino el acoplamiento entre un anhelo que habita en el interior de la persona y algo en el mundo exterior sobre lo que tiene posibilidad de actuar.
Sin duda, el papel de los adultos que acompañan los procesos de aprendizaje es determinante en la canalización del entusiasmo por aprender.
A continuación, te proponemos un ejercicio de auto-honestidad:
Cierra los ojos, concentra tu atención por unos segundos en el latido de tu corazón y, a continuación, desde ahí, desde ese lugar en el que no puedes engañarte a ti misma/o, respóndete en silencio a la siguiente pregunta:
¿Percibes entusiasmo por aprender en el cole a tus hijos (si es que van) o a tus alumnos? ¿De 1 a 10, cuánto entusiasmo por aprender en el cole ves en el ámbito que te rodea?
La clave está en liberar la voluntad por aprender.
Aún en los contexto más hostiles al entusiasmo es posible provocarlo. El papel del adulto que acompaña ese proceso de aprendizaje es, posiblemente, el factor individual más decisivo para que brote el flujo del entusiasmo por aprender porque la relación, el vínculo entre las personas, y la creatividad tienen el poder de transformar las perspectivas, las actitudes y las acciones.
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