No hay sitio para la consciencia
Hay quien piensa que la función de la educación se reduce al ámbito cognitivo. Nuestra perspectiva ha sido y es que la educación debe ocuparse y acompañar todas las dimensiones que constituyen al ser humano.
René Magritte, El falso espejo, 1928
Y eso se concreta en unas metas y una praxis educativas radicalmente distintas a las del sistema administrativo que a día de hoy nos instruye.
Investigadores interesados en el desarrollo de la consciencia en los entornos educativos, afirman que no hay sitio para la consciencia en el vida escolar “ya sea porque no hay tiempo, ya porque no es conveniente, sobre todo si entran en contradicción o en conflicto con lo que ya forma parte del curriculum.”
Cuando hablamos de consciencia, hablamos de introspección, de escuchar el interior.
Abraham Maslow, el fundador de esa tercera vía que es la psicología humanista, en El hombre autorrealizado. hacia una psicología del ser, declara:
“Cada uno de nosotros tiene una naturaleza interior, esencial, de tipo instintivo, intrínseca, dada, “natural” (…) Se trata de un “material en bruto” más bien que de un producto acabado (…) Este núcleo interno, aunque posea una base biológica e instintiva, es débil (…) con facilidad es vencido, suprimido o reprimido, puede ser destruido incluso de manera definitiva. Los humanos ya no poseen (…) voces interiores fuertes, imposibles de confundir, que señalan en cada momento la conducta a seguir, cuándo, cómo dónde y con quién (…) son débiles, sutiles y delicados, fácilmente ahogables por la educación con las exigencias culturales, por el miedo, la desaprobación, etc.”
Una agenda tan apretada como la escolar, dedicada exclusivamente a la producción, no deja resquicio alguno a la contemplación, a la espontaneidad, al no hacer, no deja tiempo ni espacio para probar a escuchar esas voces interiores a las que tanta importancia otorga Maslow. Todo es hacia afuera, todo es productividad, todo es apariencia.
Ofrecer tiempo y espacio para que los seres humanos en desarrollo puedan practicar a escuchar su voz interior tiene profundas implicaciones y grandes desafíos también: descentrar el curriculum, construir estructuras flexibles, abrirse a lo desconocido, escuchar con honestidad, asumir el riesgo de fracaso, disponerse a negociar los límites,…
Promover una educación cuya prioridad sea escuchar la voz interior, significa estar dispuesto a escuchar la voluntad esa niña o de ese joven y comprometerse a apoyarle en sus iniciativas. Para quienes educan en casa, tiene cierta complejidad; para quienes educan en una comunidad más amplia, la complejidad es exponencialmente mayor. En todo caso, significa iniciar un recorrido que no sabes dónde te va a llevar y, precisamente, por eso, lleno de aprendizajes: algo que produce alergia a la administración burocrática. Y coloca al adulto que acompaña a alguien que está aprendiendo, también en la posición de aprendiz. ¡Qué mejor manera de enseñar a aprender que exponiéndome como aprendiz!
Pero no se trata solo de escuchar; la posición del adulto que acompaña no es, en absoluto, idéntica a la del niño. Tiene otro bagaje, otra experiencia, otra perspectiva más amplia, aunque solo sea derivada de su mayor experiencia y, si desea acompañar adecuadamente, debe poner al servicio -sin imponerla- esa experiencia, esa perspectiva. Así, el adulto que acompaña debe discernir lo que es viable y lo que no y, así, señalar los límites en cuanto a las actividades, las relaciones o el cuidado de las cosas. La manera de señalar esos límites variará dependiendo de la etapa evolutiva del aprendiz: desde la comunicación de lo que sí es posible, cuando tienen menos edad, hasta acuerdos mediante una negociación argumentalmente compleja cuando trata con jóvenes adultos. También involucrarse en su capacidad de apoyar las iniciativas y deseos de los aprendices a los que tutela, lo que en multitud de ocasiones significa introducirse en territorios totalmente desconocidos y, en consecuencia, asumiendo una actitud del aprendiz.
Maslow vincula directamente esta capacidad de autoescucha con el pleno desarrollo humano :
“La individualidad auténtica puede definirse en parte por la capacidad de escuchar estas voces dentro de uno mismo, es decir, saber lo que uno realmente quiere o no quiere, aquellos para lo uno es apto y aquello para lo que no es apto, etc.”
Y la única manera que tiene cualquier aprendiz de lograrlo es probando a escuchar esas voces ya sea en casa, ya en la escuela o en cualquier otro lugar. Dependiendo de la flexibilidad del contexto, pueden encontrarse estrategias para aflorar la escucha interior en distintas maneras y grados. Aún cuando solo sean unos segundos, puede llegar a ser una experiencia transformadora.
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